domingo, 6 de abril de 2008

Huaynos Cusqueños

Fredy Amilcar Roncalla

Los huaynos que escuchaba en Chalhuanca venían de varias regiones. Uno podía distinguir si una canción era del Cusco, Parinacochas, Chuquibamba, o Andahuaylas. Hasta el sabor local tenía fuertes influencias de provincias altas (Los Aymarinos) o de Huamanga (Pichinkucha). Pero había algunos temas que tenían un origen impreciso. Una de ellos es la canción “Dos Palomitas”, que mi madre y tía cantaban en las punas bordeando Negromayo. Algo de ser andino es llevarse sus canciones muy adentro sin a veces recordarlas claramente. Pero un día, de vuelta en territorios de ayllus y Apus, viajaba en un ómnibus de Centro Andino. En ese tiempo reinaba el Picaflor y el chofer había puesto “Barrio Piñonate” varias veces. Para variar un poco cambió de cinta a Condemayta de Acomayo, con Calandria del Sur, que ya cantaba “Dos Palomitas” con una voz tan dulce que, ama waqaspalla, me emocionó profundamente, y marcó en mi la reapertura y entrega al espacio musical del ande. Algo que no he dejado en ningún momento ni en la costa ni el extranjero. Desde entonces tengo una gran admiración por Condemayta de Acomayo y me suenan en especial los huaynos cusqueños. En una época en que a nivel nacional primaba la música huanca y previo a la llegada de los sonidos ayacuchanos contándonos penas de la guerra, Calandria del Sur puso en el escenario nacional no sólo el huayno cusqueño, pero también su variante indígena. Y en un momento que la divisoria entre lo indígena y lo señorial (Cusco Criollo, los Campesinos) era mucho mas distinguible. Condemayta de Acomayo, es quizás el único conjunto indígena en el selecto grupo de los clásicos del huayno junto a Trio Ayacucho, Los Errantes, Los Campesinos, Picaflor de Los Andes, etc. Por eso, y por la facilidad cadenciosa con que aborda las melodías como si fueran parte de su propia respiración, Calandria del Sur es para mí la mejor cantante de huayno. Y le sigue muy cerca Sonia Yasmina, a la cual he redescubierto hace poco en You Tube y espero que tenga el lugar que se merece, no importa que al igual que el Pablucha Venero se le haya criticado por fiestandera. Sonia merece lugar de honor por la claridad y dulzura de su voz, y porque los arreglos con que se presentó hace un par de decenios anteceden a los que se oyen ahora en el escenario urbano tradicional. Ella abre el camino a Nancy Manchego, Roxana Gutierrez y a los Hermanos Aybar, entre otros. Incluso influye en el curita de Yucay Plasachapi, que según me cuentan ya anda por Ollanta. El escenario musical cusqueño es tan amplio que sería injusto limitarlo a esas dos cantantes. Según los hermanos Montoya** el huayno cusqueño se divide entre los de las provincias altas (Chumbivilcas etc.), y los de las provincias bajas (Acomayo, Calca, etc.). Esta división inicial puede ser matizada dando cuenta de las sutiles diferencias entre subregiones cusqueñas en cuanto a estilos, instrumentación, vocalización, eleccción de lengua, etc. Un arduo y fascinante desafio para el investigador que además tendría que decidir dónde encajan las composiciones de William Luna, que bordean el huayno, pero no lo son completamente. Mientras tanto vienen a la mente los sonidos de Pancho Gomes Negrón, el Conjunto Tupac Amaru, Rosita del Cusco, Los Campesinos, el Embajador de Quiquijana cantando Valicha, y el requinto inconfundible de los Bohemios, cuyo sonido, que pasa de la tristeza a la celebración sin que nos demos cuenta, no tiene paralelo en ninguna otra región del ande. Y que, ayni nomás, habían filmado parte de un video en Chalhuanca. Para nosotros los andinos, los huaynos son parte intregral e íntima de nuestro ser y es bueno hablar de ellos en primera persona. Las veces que he estado en el Cusco he escuchado largamente al arpista ciego, que mendiga en calles aledañas a la plaza de armas, maravillado por la sincopación impredecible de sus bajos y su voz quebrada. Y un día, viajando en tren rumbo a Aguas Calientes, casi me agarra otro ama waqaspalla, escuchando un padre en el rondín y sus hijas en la guitarra cantando al estilo indigena de provincias bajas. Así, puro sentimiento también he cantado “Saqsaywamanpi”, “Llawllillay”, “Yucaliptucha”, “Soleschallay soles” y “Cigarro inka” a veces sapachallay urpi. Otras veces con Franklin, un mandolinista cusqueño de los buenos, con el buen Dario Espinoza, o en compañía de mis waykis de los cuales uno, el galáctico Lino Pareja, que es del mero Ollanta, se maneja unos punteos y bordones en la comuncha que hay que agarrarlo cuando está inspirado porque segurito va tratar de llevarnos al Hanaq Pacha. O en todo caso decir, con el humor que caracteriza al huayno cusqueño: “huq panteonta yaykukusqani wasiyta pensaspa / kalaberata muchaykusqani warmiyta pensaspa”. Mientras tanto “Kuskullamanta takichakuna yachaykachiway takiyta / ima takiyta takiyman / hayka takiyta taqkiyman”.

* Poeta y ensayista . Autor, entre otros libros, de “Escritos Mitimaes. Hacia una poética andina postmoderna”

** La Sangre de los Cerros. Rodrigo, Edwin y Luis Montoya. Mosca Azul Editores y UNMSM. Lima 1987