domingo, 6 de marzo de 2011

ELOGIO AL CHOCLO


Ya desde el mes de diciembre los ch’ititis empiezan a merodear los maizales y anidan entre las mazorcas. La enredadera de los porotos sube tratando de alcanzar la parwa de las plantas.
Los maizales de la miska empiezan a producir sus deliciosos frutos. Maíces tiernos, de granos grandes. Maíces de plata, el parakay sara, con una bella cabellera dorada, envueltos en hojas sumamente verdes. También hay maíces color de oro, menos tiernos que los blancos, pero igual de deliciosos. Los encontramos en las ollas humeantes, despidiendo olores que ingresan directamente al cerebro, recordándonos sabores a anis, a menta, a manzanilla, a la chacra húmeda de lluvia.

Los hermanos ollantinos, Tomás y Rómulo Soto Gibaja, decían que el Valle Sagrado era el paraíso, donde, en lugar de marlo, los choclos tenían un pedazo de queso y por tanto no requerían de ningún acompañamiento para saborearlo. Parece que fuera así, por que el choclo que de por si ya es agradable, se hermana con un trozo del rico queso elaborado en los establos de Hauyrajpuncu o tal vez en las laderas de Cachicata. Un choclo ollantino degustado conjuntamente con un queso de los “loros” Gibaja o un “Sota queso”, es sencillamente delicioso.

Choclo bendito, con tus granos satisfaces hambres ancestrales, no hay hogar por mas humilde que sea, que no tenga una olla pletórica de sabrosas mazorcas.

Sirves para unir a la familia que toda junta se sienta a yantar alrededor de una cesta que contiene humeantes mazorcas. Cuando uno se ve obligado a comer solo, ensimismado contando los granos, puede decir con nuestro Vallejo:

“He almorzado solo ahora, y no he tenido
Madre, ni súplica, ni sírvete, ni agua,
Ni padre que, en el fecundo ofertorio
De los choclos, pregunte para su tardanza
De imagen, por los broches mayores del sonido”

Cuando se come en grupo, se mordisquea, nuestros incisivos arrancan los dientes de la mazorca y la conversación fluye al compás de las risas, mientras a un lado de la mesa se van acumulando los marlos pelados, huérfanos de granos, cual desdentadas mandíbulas.

Choclo con queso!, choclo con queso!, es el llamado de las vivanderas que alegres nos ofrecen esta ofrenda del sol y que gustosos saboreamos.

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