lunes, 5 de mayo de 2008

GRACIAS



Cuando en mayo del 2007, las antropólogas Patricia Panato y Roxana Alvarez, fueron encargadas por el INC, institución donde laboran, a realizar el levantamiento de información de la fiesta del Señor de Choquekillka, como parte del registro de la cultura Viva del Cusco, pensaron que era una de las tantas fiestas religiosas que se llevan a cabo en la región. Sin embargo, cuando el sábado por la tarde empezó la fiesta con el arreglo del templo y la reunión de las diversas comparsas, pudieron apreciar que esta no era una fiesta más. Vieron que el desarrollo de la fiesta involucraba a todo el pueblo. Estaban los carguyocs, con la responsabilidad de llevar adelante la celebración, los danzantes, como los K’achampas, que estoicamente permanecían horas de horas bailando por la devoción a su Patrón, los devotos que acudían humildemente a los pies de la imagen para rogar por sus vidas y también los turistas que se admiraban de que un pueblo entero se dedicara a celebrar a una cruz, que de acuerdo a la tradición fue recogida en medio del río Vilcanota.
La religiosidad de la población de Ollantaytambo se manifiesta en la celebración de Pentecostés, donde se rinde culto al Señor de Choquekillka. Imagen venerada desde hace un siglo y la que con los años tiene una mayor cantidad de devotos.
Justamente, el Señor de Choquekillka, abrió los ojos a estas profesionales, quienes al notar la profunda significación de la fiesta, propusieron a la institución donde laboran que la fiesta sea declarada, Patrimonio Cultural de la Nación. Prepararon un nutrido expediente, el cual fue enviado a las mas altas autoridades del INC de Lima, quienes tomaron su tiempo en decidir, el día 28 de abril del 2008 y a pocos días de Pentecostés, como un regalo al pueblo, salió publicado en el diario oficial El Peruano, el decreto que declara la festividad del señor de Choquekillka como Patrimonio Cultural de la Nación.
Esta declaratoria, nos compromete mas a seguir luchando por la defensa de nuestro Patrimonio, por mantener nuestras costumbres y preservarlas de la agresión que sufre diariamente.
El pueblo de Ollantaytambo tiene una deuda de gratitud para las señoras Panato y Alvarez, la cual se puede ir amortizando si tomamos conciencia de la defensa de nuestro Patrimonio material e inmaterial.