viernes, 29 de abril de 2011

UNA CONFUSIÓN COTIDIANA

El siguiente texto es una creaciòn del escritor cusqueño Julio Cèsar Chalco Fernàndez, quien nos lo ha confiado generosamente y lo publicamos por su calidad narrativa.

UNA CONFUSIÓN COTIDIANA

Como de costumbre y casi entre sueños, tomé la primera combi que encontré, la que me llevaría directamente a las puertas del trabajo. Subí pausadamente para acomodarme en uno de los asientos pegados a una ventana y también, como de costumbre, extraje el ocasional libro para el viaje; una anticuada edición de “La Casa Verde” de Vargas Llosa… mercadooooo, San Sebastián, Marcavalle, Universidad, toda la culturaaaaaa, ¿sube?... y me puse a leer religiosamente, no sin antes acomodar el cuello duro de la camisa, quitar algunas lanillas de mi casaca de cuero y arreglar el engominado de mi cabello. A lo corto de cada cuadra la combi se fue abarrotando de a pocos, recogiendo obreros madrugadores, universitarios de ojos trasnochados y escolares. Unas cuatro cuadras más abajo y junto a un batallón de pasajeros subió una señora con cara arrugada, vestida totalmente de negro y sujetando un descomunal rosario. Se acomodó detrás de mí y luego, como pensándolo mejor, se decidió por el asiento que estaba a mi costado, no sin antes lanzarme una mirada grave y escrutadora. Yo un poco aludido, abandoné mi lectura y la miré para saber qué es lo que quería. Se sorprendió aun más cuando cruzamos miradas, (¿Y ahora?).

Noté en su vieja cara una galaxia de arrugas que acaba en una boca pintada groseramente. Esbozaba una sonrisa cómplice, una risilla sutil y se tapaba la boca con una mano enguantada mientras la cara se le arruga aun más. “Buenos días padrecito, ¿cómo le fue en la misa?” (plop) y yo sorprendido , mudo y cojonudo tardé en responderle, mientras notaba que el rostro se me congestionaba de un rojo a explotar… “Buenos días señora, me fue muy bien; gracias” y con sorpresa y vergüenza entreverados sobre mí; enterré la vista en mi lectura salvadora…. Séptimooooooo, quinto, tercero, Marcavalle, Universidad, toda la culturaaaaaaaaaaaa, ¿baja?...


Mientras hacía el ademán de leer con atención, rogué, recé (yo rezando), imploré a que la vieja no me llame otra vez “padrecito” porque era capaz de… En eso subió una nube de pasajeros, y entre aquellos, una muchacha bastante joven con la panza enorme y la boca masticando Chiclets de menta. La joven se acomodó frente a nosotros y se sentó de lado… La vieja incomodísima y elegantísima exprimió su nariz con un primoroso pañuelo (también negro), tosió todo lo que pudo, “¿Nerviosa o fastidiada? O se dio cuenta de que no soy cura” pensé. ¡No señor! nada de eso y la vieja nuevamente a la carga… “Hay, esta juventud padrecito (mirando al techo y haciendo namaste con las manos)…que haremos con estos chicos”… e inició con todo un ensayo sobre las falencias teologales: que habría que volver al catecismo, que las misas en latín; pues ya nadie las escucha, que yo mismo soy testigo; que la virgen María, Madre de Dios, que ruegue por nosotros, ¿los pecadores?, ahora en la hora de nuestra muerte amen….

Yo ahora la veo a mi costado, sisntiendo su respiración y estoy odiando cada vez más su horrible nariz congestionada, sus dedos arrugados y pecosos, y su roja boca de mierda “tiene usted razón señora, habrá que hacer algo y urgente: amen” y ahora la chica de la barriga, entre aludida o no, como adivinando las maquinaciones de un cura cucufato y una vieja chuchumeca que huele a naftalina, cambia los ojos al canal odio, pues los demás pasajeros, preñada ya su curiosidad, le clavan los ojos y la miran preocupados. No le queda otra que apoyarse en su vergüenza que la escupe fuera del vehículo no sin antes desenfundar muy púdica su dedo medio… Marcavalleeeee, Prado, Universidad, toda la Cultura, Ayacucho, ¿sube?

La combi se retrasa, los pasajeros afanosos suben y bajan, algunos, ya contagiados me hacen venias y en el colmo de colmos, me piden la bendición “Ve con Dios hijo mío” ¡Maldita sea!, otra vez rezo ( y ahora lo hago de a de veras), imploro a que la vieja ponga primera y arranque sus fachas para otra parte o en todo caso se busque el cielo en otra combi, que yo ya tenía bastante con mis pecados y pecadillos; pero ella dale con su crítica teologal y sus “reformas barrocas”, yo conteniendo las ganas de gritarle en la cara, que no era un maldito cura y que odiaba las misas y todos los que asistían a ella, incluyéndola, por supuesto, a ella también; así que no aguanté más y rojo de vergüenza y rabia dije “ ¡baja!, baja Universidad, cóbrate.” y el cobrador “No es nada padrecito, prefiero la bendición” y yo congestionado aun más de ira, maldiciendo el libro de Vargas Llosa “Que el señor este contigo… y también con los demás” que me hacen venias, alfombras de sombreros y adiositos.

El pisar suelo firme me hace sentir como fuera del purgatorio y la respiración se me actualiza. La combi arranca rauda y por una de sus ventanas puedo ver una pequeña mano tullida y enguantada que me hace señales de adiós “Adiós padrecitoooooooooooooooo”

Al centro de la pista veo como los buses suben y bajan afanosos esta larga Avenida de la Cultura. Maquinalmente miro el reloj y caigo en la cuenta que me faltan diez minutos y veinte cuadras para llegar al colegio ¡¡¡¡Maldita vieja!!!! Más calmado intento tomar la siguiente “combi”; pero al rato noto que el cobrador de esta, también me muestra una sonrisa angelical de acólito, en ese momento me viene un raro temor y un rictus de angustia me inunda el alma, dejo que pase de largo y me pongo a caminar lo que sobra de cuadras, al menos aquí, a nadie se le ocurrirá llamarme nuevamente “Padrecito”. Recorro lentamente tanteando las distancias, cuadra por cuadra y me detengo frente a una enorme puerta abierta de aldabas oxidadas. Los dos tipos vestidos de blanco del interior sonríen amablemente y me piden que pase. Entro y acomodo el cuerpo en un sillón gordo que esta frente a un espejo. Contemplo mi rostro preocupado y trato de encontrarle algún rastro de santidad (aunque fuese tácita) y nada - ¿Cómo lo quiere?- me interrumpe uno de los tipos albos - ¡Córtelo todo!- sentencio… Agarro maquinalmente entre las manos un periódico infestado de colores “chicha”. Mientras leo la primera plana que habla sobre curas pedófilos algunos mechones negros caen y opacan mi lectura… ¡Cura yo! Solo eso me faltaba.


Cusco julio de 2004.

3 comentarios:

Fredy Roncalla dijo...

que bien, muy bueno el relato
saludos
F

Anónimo dijo...

Holla su espacio online es muy bueno,es la tercera vez que hay visitado su blog, bon trabajo!
abrazo

Oscar Olazábal dijo...

gracias por sus comentarios