La pintura de Wendy Weks, a nuestro parecer, ha pasado por varias etapas pero con un mismo hilo conductor. Recoge del paisaje de su entorno sus figuras y sus colores, sus temas y sus vivencias, además, como en todo proceso creativo sus experiencias están plasmadas en cada uno de sus lienzos.
El color en el trabajo de Wendy, es de suma importancia. Su etapa ollantina se caracterizó por el uso de los colores fuertes, vivos. En su estancia limeña hay el uso de diversas gamas de ocres y en los cuadros de la muestra Mar y marea, el uso del azul es preponderante.
La fuerza de sus trazos se percibe en cada trazo del pincel. Sus primeras pinturas ollantinas mostraban enérgicos troncos con ramas separadas, luego vinieron la serie de perros con las fauces abiertas, así como los espinos punzantes. Los techos chorrillanos le inspiraron las teatinas, que brotan desde los techos planos hacia el cielo, sugiriendo una protesta ante la monotonía.
El agua es un elemento que limpia, que purifica y ahora Wendy lo presenta como un medio de catarsis, por que vuelve a sus fuentes, a sus orígenes que estuvieron rodeados de mar.
Un mar por donde surca imponente una barca, mientras en la costa hay una embarcación en construcción, nos remite a que lo que se construye en la tierra puede ser fácilmente destruido en el mar. El mar, espacio que se va transformando eternamente, con cada ola, con cada marea, es una metáfora de la vida misma, que está en permanente cambio, donde cada minuto es diferente al anterior.
El mar que puede estar por momentos pacífico, también es impetuoso, con olas gigantes y atronadoras, que nos atrapan y envuelven nuestros órganos, nuestros cuerpos. Cuando la ola nos cubre, el agua penetra a nuestros pulmones por las mismas vías respiratorias por las que saboreamos el olor marino.
Las barcas de pescadores navegan solitarias al atardecer perdiéndose entre las olas y arrojan sus redes que forman espacios tranquilos, serenos, donde no sabemos que se encontrará. Los espacios cercados por los flotadores de las redes que, semejando un rosario de coloridas cuentas, son zonas de quietud, de tranquilidad, diferentes a su entorno en movimiento. Las redes que cuando se recogen, intentan inútilmente atrapar el agua, así como intentamos atrapar nuestros sueños.
Las barcas transportan vida, encierran órganos, necesitan el mismo motor humano para desplazarse y también barcas fúnebres cargando huesos, como si el mar fuese un inmenso cementerio, donde los restos humanos se encuentran desperdigados. La estructura de un bote sirve de soporte a un corazón, lo protege como si fuera un tórax, por que toda embarcación tiene un centro, tiene un corazón que le permite flotar equilibradamente.
Una pintura honesta, con síntesis en el dibujo, en la que se imprime la fuerza y la fragilidad de la vida.
El color en el trabajo de Wendy, es de suma importancia. Su etapa ollantina se caracterizó por el uso de los colores fuertes, vivos. En su estancia limeña hay el uso de diversas gamas de ocres y en los cuadros de la muestra Mar y marea, el uso del azul es preponderante.
La fuerza de sus trazos se percibe en cada trazo del pincel. Sus primeras pinturas ollantinas mostraban enérgicos troncos con ramas separadas, luego vinieron la serie de perros con las fauces abiertas, así como los espinos punzantes. Los techos chorrillanos le inspiraron las teatinas, que brotan desde los techos planos hacia el cielo, sugiriendo una protesta ante la monotonía.
El agua es un elemento que limpia, que purifica y ahora Wendy lo presenta como un medio de catarsis, por que vuelve a sus fuentes, a sus orígenes que estuvieron rodeados de mar.
Un mar por donde surca imponente una barca, mientras en la costa hay una embarcación en construcción, nos remite a que lo que se construye en la tierra puede ser fácilmente destruido en el mar. El mar, espacio que se va transformando eternamente, con cada ola, con cada marea, es una metáfora de la vida misma, que está en permanente cambio, donde cada minuto es diferente al anterior.
El mar que puede estar por momentos pacífico, también es impetuoso, con olas gigantes y atronadoras, que nos atrapan y envuelven nuestros órganos, nuestros cuerpos. Cuando la ola nos cubre, el agua penetra a nuestros pulmones por las mismas vías respiratorias por las que saboreamos el olor marino.
Las barcas de pescadores navegan solitarias al atardecer perdiéndose entre las olas y arrojan sus redes que forman espacios tranquilos, serenos, donde no sabemos que se encontrará. Los espacios cercados por los flotadores de las redes que, semejando un rosario de coloridas cuentas, son zonas de quietud, de tranquilidad, diferentes a su entorno en movimiento. Las redes que cuando se recogen, intentan inútilmente atrapar el agua, así como intentamos atrapar nuestros sueños.
Las barcas transportan vida, encierran órganos, necesitan el mismo motor humano para desplazarse y también barcas fúnebres cargando huesos, como si el mar fuese un inmenso cementerio, donde los restos humanos se encuentran desperdigados. La estructura de un bote sirve de soporte a un corazón, lo protege como si fuera un tórax, por que toda embarcación tiene un centro, tiene un corazón que le permite flotar equilibradamente.
Una pintura honesta, con síntesis en el dibujo, en la que se imprime la fuerza y la fragilidad de la vida.
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