lunes, 4 de mayo de 2009

DOMINGO EN EL CUSCO


Fue domingo en las claras orejas de mi burro,
de mi burro peruano en el Perú ( Perdonen la tristeza)
César Vallejo

Hace unas semanas Erick La Torre, en su blogg “Crio de la Niebla”, escribió sobre la nostalgia que le invadía en las tardes de un domingo cualquiera, cuando el cielo se nublaba, se ponía gris y no había lluvia. Dice que en esas tardes su “alma se vestía de luto y una pena amarga le invadía el ser”. Al parecer este sentimiento es común a los cusqueños, cuando una tarde cualquiera, sin una labor específica por realizar, se encuentran bajo un cielo oscurecido, pero que no se decide a derramar sus gotas.

Será por que nuestro espíritu está preparado para el sol o la luvia y no para situaciones climáticas intermedias? Cuando hay sol nos sentimos alegres, dicharacheros, las ajahuasis están llenas de gente bulliciosa, pero cuando el día está oscurecido por las nubes, nos volvemos mas taciturnos, la gente en la penumbra bebe chicha y habla a susurros. Será que extrañamos la lluvia necesaria para el riego de las sementeras?. Cuando las gotas de lluvia mojan la tierra, la gente camina presurosa, se entretiene mirando el cielo e intentando pronosticar en cuanto tiempo escampará.

Las familias en las mañanas domingueras, dividen su tiempo entre asistir a la misa madrugadora de la catedral, donde pueden escuchar a las “ch’ayñas”, luego de lo cual pueden decidir en pasar a tomar un apetitoso desayuno en “El Ayllu” o ir a saborear un lechón o un caldo de cabeza al mercado. Otros acudirán al cementerio a visitar a sus muertos o irán al mercado a acopiar los alimentos para la semana; luego de lo cual pasaran a presenciar el izamiento de las banderas en la plaza de armas.

Por las mañanas también se ve pasar a algún carguyoc seguido de una banda de k’aperos, a celebrar alguna festividad patronal, donde se puede tomar, por cortesía del carguyoc, un ponche de habas o de guindas.

Luego proceden al almuerzo familiar y por la tarde pueden continuar con una reunión con parientes y amigos, asisten a una picantería o simplemente se dedican al descanso. Son muy pocos quienes se dedican a recorrer las ruinas cercanas o simplemente a caminar por las calles.

Los jóvenes, actualmente no tienen mayores oportunidades de diversión. No hay cines ni otros espectáculos con excepción de alguna tarde deportiva. El centro histórico, un domingo por la tarde, es solo recorrido por turistas, los cusqueños brillan por su ausencia. Los paseos a lugares cercanos, si bien son más fáciles por los medios de transporte que hay, no son frecuentes por la capacidad económica del cusqueño común y corriente.

Si las mañanas domingueras son alegradas por el sol y alguna banda de k’aperos, las tardes se vuelven monótonas, donde la quietud se hace penetrante, las horas se alargan y la nostalgia invade el espíritu, recordándonos a un cantor español que entonaba, “estas tardes grises del otoño, me ponen triste..”

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