Herbert Del Alamo Gibaja (*)
Hoy quiero trasladarme imaginariamente al legendario Ollanta, para rememorar sus bellos paisajes y su maravillosa gente: Altun tuytuck phuyuhuanhina orqon qasanta phawaspa waqaq sonqoywan yuyaynintin maskamuyki sumaq llaqta
Como no recordar Ollanta, pequeño pueblo andino, con su placita caracterizada por el olivo centenario, cuadrilátero con frondoso pisonaes. Ese Ollanta de callecitas estrechas, tan estrechas que cuando uno las transita, se tiene la sensación de estar recibiendo el calor fraterno del abrazo de su generosa población. Ese Ollanta que con el Pincuylluna, que constituye su celoso guardián, teniendo en el lado opuesto, cual faro norte, el reflejo de las nieves perpetuas de la Verónica, cuando los rayos del sol iluminan su cima.
Como olvidar Ollanta, por cuyo extremo suroeste serpentea el Wilcamayo con aguas apacibles hasta llegar a la altura de la “Estación”, donde súbitamente se vuelve tormentoso e irascible. Por otro lado, dividiendo a la ciudad en dos partes: Jatunllacta y Araccama, aparece en forma perpendicular al Vilcanota, el Calicanto, de gélidas aguas nacidas en las alturas de Patacancha.
Ollanta, aunque territorialmente pequeño,es un nido de encantos, de leyendas, lleno de historia y testimonios como su conocida “Fortaleza inca”, sus admirables baños de Manyaraqui, las canteras y andenerías de Simapucyu y Cachiccata. Todos ellos constituyen las muestras incomparables de su grandiosidad, de sus valiosos antepasados y que forman el fundamento de nuestro orgullo.
Como olvidar a mi Ollanta querido, sus lugares placenteros como Mascabamba, Compone, Pillcuhuasi, Phacchayoc, Rumira, Tarabamba, Huayrajpunku, etc, enlazados por caminitos pedregosos, con el aroma de la flor de retama y eucaliptos, con el soñador cantar de alondras, jilgueros, ch’ititis y tantas aves más…
Como no recordar siempre la vieja escuelita de Patacalle, con su director el profesor Alberto Salas, hombre amable y comprensivo y, al mismo tiempo, dinámico y enérgico. Posteriormente llegaría otro gran maestro, el señor Valentín Martínez, docente de amplia experiencia, de actitudes serenas y paternal trato. Como olvidar, los chicotazos con ramas de sauce llorón, que me hacían llorar, cuando la profesora y ti mía, me aplicaba de tarde en tarde, debido a alguna mataperrada que había hecho. La profesora parece que tenía un concepto peculiar de lo que era el cariño, pues a mayor grado de parentesco, mayor severidad en el castigo.
Si físicamente Ollanta es un pueblo chico, tiene la incomparable grandeza que le otorga la calidad humana de sus pobladores, gente tal vez modesta, pero trabajadora y honrada.
La vida de la población transcurría en paz y tranquilidad, sin preocupaciones por ladrones, ebrios, ni otro tipo de desquiciados. Esta felicidad fue fruto de la educación y buen ejemplo que nos dieron nuestros padres, guiándonos por el camino del bien y el honor.
Muchos jóvenes, por las metas que nos trazamos, tuvimos que emigrar y con el invalorable y esforzado trabajo de nuestros padres, con la decisión irrenunciable, la fe inquebrantable, llegamos a la capital, para conquistarla con trabajo, con estudio. Quienes escogieron trabajar, poco a poco fueron ampliando sus fuentes de ingreso. Los otros, los que buscamos una profesión, algunos con el aporte de nuestros padres y otros buscando nuestro sustento, afrontamos situaciones difíciles, luchando contra el hambre, las incomodidades, a las cuales nos sobrepusimos con el temple y la terquedad del andino : ruwanaytaqa ruwasaqmi.
Ollanta querido, nos has dado todo lo que tienes, pero principalmente el privilegio de ser tus hijos. Sin embargo, nos separamos. Nos quedamos en la capital, alguna vez volvemos como ave de paso, solo para respirar tu aire de cariño, de pureza, de paz. Nos encontramos lejos de ti sin perder el orgullo de ser ccotos, pero también es posible que estemos lejos contradiciendo a las letras de esos viejos huaynos que dicen: Ollanta runaqa, yunka mula hina kutikuy mañayoq, o tal vez: Ripuywan wañuywan kuskallañas kanku .
Yapamanta pacha tupananchiscama waykepanakuna.
(*) Contralmirante de la Sanidad Naval, Marina de Guerra del Perú. (08 Noviembre 1928 - 04 Marzo 2007)
Hoy quiero trasladarme imaginariamente al legendario Ollanta, para rememorar sus bellos paisajes y su maravillosa gente: Altun tuytuck phuyuhuanhina orqon qasanta phawaspa waqaq sonqoywan yuyaynintin maskamuyki sumaq llaqta
Como no recordar Ollanta, pequeño pueblo andino, con su placita caracterizada por el olivo centenario, cuadrilátero con frondoso pisonaes. Ese Ollanta de callecitas estrechas, tan estrechas que cuando uno las transita, se tiene la sensación de estar recibiendo el calor fraterno del abrazo de su generosa población. Ese Ollanta que con el Pincuylluna, que constituye su celoso guardián, teniendo en el lado opuesto, cual faro norte, el reflejo de las nieves perpetuas de la Verónica, cuando los rayos del sol iluminan su cima.
Como olvidar Ollanta, por cuyo extremo suroeste serpentea el Wilcamayo con aguas apacibles hasta llegar a la altura de la “Estación”, donde súbitamente se vuelve tormentoso e irascible. Por otro lado, dividiendo a la ciudad en dos partes: Jatunllacta y Araccama, aparece en forma perpendicular al Vilcanota, el Calicanto, de gélidas aguas nacidas en las alturas de Patacancha.
Ollanta, aunque territorialmente pequeño,es un nido de encantos, de leyendas, lleno de historia y testimonios como su conocida “Fortaleza inca”, sus admirables baños de Manyaraqui, las canteras y andenerías de Simapucyu y Cachiccata. Todos ellos constituyen las muestras incomparables de su grandiosidad, de sus valiosos antepasados y que forman el fundamento de nuestro orgullo.
Como olvidar a mi Ollanta querido, sus lugares placenteros como Mascabamba, Compone, Pillcuhuasi, Phacchayoc, Rumira, Tarabamba, Huayrajpunku, etc, enlazados por caminitos pedregosos, con el aroma de la flor de retama y eucaliptos, con el soñador cantar de alondras, jilgueros, ch’ititis y tantas aves más…
Como no recordar siempre la vieja escuelita de Patacalle, con su director el profesor Alberto Salas, hombre amable y comprensivo y, al mismo tiempo, dinámico y enérgico. Posteriormente llegaría otro gran maestro, el señor Valentín Martínez, docente de amplia experiencia, de actitudes serenas y paternal trato. Como olvidar, los chicotazos con ramas de sauce llorón, que me hacían llorar, cuando la profesora y ti mía, me aplicaba de tarde en tarde, debido a alguna mataperrada que había hecho. La profesora parece que tenía un concepto peculiar de lo que era el cariño, pues a mayor grado de parentesco, mayor severidad en el castigo.
Si físicamente Ollanta es un pueblo chico, tiene la incomparable grandeza que le otorga la calidad humana de sus pobladores, gente tal vez modesta, pero trabajadora y honrada.
La vida de la población transcurría en paz y tranquilidad, sin preocupaciones por ladrones, ebrios, ni otro tipo de desquiciados. Esta felicidad fue fruto de la educación y buen ejemplo que nos dieron nuestros padres, guiándonos por el camino del bien y el honor.
Muchos jóvenes, por las metas que nos trazamos, tuvimos que emigrar y con el invalorable y esforzado trabajo de nuestros padres, con la decisión irrenunciable, la fe inquebrantable, llegamos a la capital, para conquistarla con trabajo, con estudio. Quienes escogieron trabajar, poco a poco fueron ampliando sus fuentes de ingreso. Los otros, los que buscamos una profesión, algunos con el aporte de nuestros padres y otros buscando nuestro sustento, afrontamos situaciones difíciles, luchando contra el hambre, las incomodidades, a las cuales nos sobrepusimos con el temple y la terquedad del andino : ruwanaytaqa ruwasaqmi.
Ollanta querido, nos has dado todo lo que tienes, pero principalmente el privilegio de ser tus hijos. Sin embargo, nos separamos. Nos quedamos en la capital, alguna vez volvemos como ave de paso, solo para respirar tu aire de cariño, de pureza, de paz. Nos encontramos lejos de ti sin perder el orgullo de ser ccotos, pero también es posible que estemos lejos contradiciendo a las letras de esos viejos huaynos que dicen: Ollanta runaqa, yunka mula hina kutikuy mañayoq, o tal vez: Ripuywan wañuywan kuskallañas kanku .
Yapamanta pacha tupananchiscama waykepanakuna.
(*) Contralmirante de la Sanidad Naval, Marina de Guerra del Perú. (08 Noviembre 1928 - 04 Marzo 2007)
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