Julio César Chalco Fernández (*)
Caminar la mañana de un sábado por la Calle Dos de Maig de la Barcelona de hoy significa, por alguna razón inevitable, dirigirse a las puertas del tradicional Mercat de els Encants Vells (El Mercado de Los Encantos Viejos) del barrio de Glories, Pero también significa, para los nostálgicos como yo, transportarse a El Baratillo y La Cachina en Cusco y Sicuani respectivamente. En los tres mercadillos encontrar lo imposible se hace posible.
En realidad el nombre verdadero de este mercadillo es Mercat Fira de Bellcaire (Mercado Feria de Bellcaire) aunque los asiduos lo conocen por el nombre tradicional de Els Encants Vells. Curiosamente muchos no saben explicar el origen del nombre de este mercado y eso que su existencia data de mediados del siglo XIV. Alguna vez un amigo catalán me explicó que el nombre posiblemente provenga de la frase de caire vell que significa de aspecto viejo y quizá tenga mucha razón, pues todo lo que se puede hallar en este mercado tiene un aspecto decadente. Encontrar un lugar así en la Barcelona del siglo XXI parece imposible, pero llegar aquí es como descubrir una puerta abierta que nos remonta al año 1355, fecha en la cual se fundó.
Conforme camino calle abajo noto los primeros toldos abarrotados de ropa multicolor rodeados de un mar de gente que hierve. Los Mozos D`Scuadra (1)están apostados en los límites del mercado por si hay alguna emergencia que raramente se concreta. Conforme voy acercándome el lugar empieza a contaminarse de un raro olor a ropa guardada y naptalina.
Una mujer regordeta cuyas arrugas me hacen guiños de su edad se me acerca. Su acento es fuerte y sonoro -¡¿Quieres ajos guapo?! Mira que están a buen precio- dice mientras pone el envoltorio muy cerca de mi rostro. Los ajos están en una bolsa transparente, como pequeñas golosinas de antaño y por alguna razón me hacen saltar al Baratillo del Cusco o La Cachina de Sicuani -¿O quizá necesites un reloj? Mira que es suizo- insiste mostrándolo desde su descomunal bolsillo de canguro. Otra mujer ofrece perfumes D y G y primorosas botellitas de Chanell -Son originales y garantizados guapo- explica y su insistencia se hace irritable. Un marroquí lanza hacia arriba abrigos usados entre alaridos monocordes -¡A cinco euros, a cinco euros, oferta, oferta!- La gente hormiguea en todos los pasillos que separan los puestos del mercado en un ir y venir constante y agotador.
Por los megáfonos se oye la voz esmerada e incesante de un locutor en off que anuncia las bondades del mercado y advierte de no comprar a vendedores sin puestos fijos. La gente parece no hacer caso a nada de lo que se dice. La voz del locutor se mezcla, se contamina y se pierde entre la atronadora y casi enloquecedora voz de los marroquís, pakistaníes y gitanos que negocian en el mercado “bragas a dos euros el par… Barato, barato ¡Estamos en oferta!”, “¡Todo por dos euros!”, “¿Qué es lo que buscas? ¡Yo lo tengo!” Los compradores están al acecho de alguna oferta tentadora para lanzarse en pos de algo realmente ocasional. Las ocasiones están a la orden del día. Los rostros brillan de emoción y las manos ávidas se hunden en las montañas de ropa usada, calzados incoloros, antigüedades de colección, libros amarillentos, fotos en blanco y negro, cuadros descoloridos y los revuelven insistentemente en busca de algún olvidado recuerdo.
- Quant em deixes cada vinil?(2) - pregunta alguien por un disco de colección de Elvis -¡Cinco euros! Está guapo(3) el disco ¿No es así?- contesta el sujeto del turbante, bigotito puntiagudo y largo camisón que tiene un claro acento árabe, y entonces ambos empiezan con el ritual. Las transacciones en Els Encants se llevan en varias lenguas: español, catalán, árabe, amazig, ingles, etc. Especialmente los marroquís poseen una formidable capacidad para desenvolverse en varias lenguas que me avergüenza. Ya en su Marruecos natal aprendieron oficialmente el árabe y francés, y de manera no oficial el amazigh como aprendimos el quechua muchos cusqueños.
Desde algún puesto de CDs se cuela la voz potente de Diego el Cigala o la de Camarón de la Isla. Hay alguno que otro marroquí nostálgico que se anima a poner un chaabi y hasta algunos gnaoua que contagian con suave melodía. En ese momento imagino al Grupo 5, Nectar y hasta a mi adorada Sonia Yasmina sonando a rabiar desde los megáfonos apostados en algún lugar imposible de los mercados del Cusco.
Mi padre decía que el mejor negocio estaba en el regateo “Una rebajita caserita” y nosotros y mi madre, hasta hoy, seguimos utilizando la misma fórmula. Entrar en los imposibles pasillos del Mercat els Encants Vells es como entrar a algunas de las callejuelas tradicionales del distrito de Santiago donde como una suerte de pulpo sabatino El Baratillo alarga sus tentáculos y se apropia de parte de la economía del Cusco o la cada vez pujante Cachina que está articulada a la enorme Feria Sabatina de Sicuani.
Y es que al ingresar en Els Encants Vells, El baratillo o La Cachina nos internamos en una suerte de mercado paralelo que se ha quedado en el tiempo, donde el trueque y los adminículos imposibles están a la orden del día. Si en El Baratillo y La Cachina los comerciantes puneños son el corazón de la economía, en Els Encants Vells cumplen este papel los marroquís, los pakistaníes y los gitanos. En Cusco y en Sicuani la gente se aglomera desde la madrugada del sábado para poder rescatar, vender o simplemente curiosear en esos laberintos anegados de antigüedades y chucherías que solo valoramos los que los disfrutamos en esas 24 horas de existencia semanal, por otra parte en Els Ecncants Vells los comerciantes le han dado mayores oportunidades de retroceder en el tiempo a los ocasionales compradores y el mercado está abierto los lunes, miércoles, viernes y sábados. Si en los mercadillos cusqueños la gente negocia en quechua, castellano y hasta aimara, en Els Encants Vells las lenguas se multiplican haciendo que el dicho “suerte de Babel” suene a broma de mal gusto.
A pesar de la distancia interoceánica que les separa, existen vasos comunicantes que hermanan a estos mercadillos desde tiempos inmemoriales. En ellos hay una sola ley tácita que se debe cumplir y está referida a la mutua e indirecta complicidad entre comprador y vendedor para que el regateo convenga a ambos. Esta suerte de ritual económico hace que la economía formal se vea lejana y hasta ilógica.
Son como las tres de la tarde de este sábado que empieza a ponerse gris (es invierno) y por una de las salidas del mercado aun puedo ver que los compradores lo abandonan de a pocos cargados de cantidades industriales de bolsas que los hacen ver como los ekekos de la sierra peruana. Incluso para mí, hoy fue un día de suerte. Hallé entre una montaña de libros amarillentos, un olvidado Onetti y otro Galeano que me salieron a precio de ganga como solo podía encontrarlos en El Baratillo y La Cachina de mi nostalgia.
La mujer regordeta de los ajos embolsados me ha visto nuevamente y se apresta a acercarse nuevamente. Es hora de irse, los ajos me espantan.
Barcelona 10 de febrero de 2010.
(1) Los Mozos D`Scuadra son el equivalente a la Policía Nacional de Perú
(2) ¿En cuánto me dejas cada vinilo?
(3) Guapo en referencia al buen aspecto del disco
(4) Iq’iqu en lengua aimara.
(*) Escritor cusqueño. Becario en la Universidad Pompeu Fabra de Barcelona
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2 comentarios:
eta muy bueno pero me gustaria que hables mas sobre el baratillo cusqueño de la historia y formacion del baratillo cusqueño.gracias
tomaremos en cuenta tu sugerencia. gracias por escribir
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