domingo, 4 de julio de 2010
Víctor Zúñiga
Reproducimos el comemtario realizado por la crítica de arte de El Comercio de Lima(domingo 4 de julio del 2010), Élida Román sobre la exposición en Lima de la pintura de Víctor Zúñiga
“Vorágine de la simultaneidad” es el título escogido por Víctor Zúñiga, para la nueva serie de pinturas que presenta en La Galería.
Se trata de otra vuelta de tuerca sobre lo que siempre ha sido el motivo-eje de sus imágenes: el hombre o mujer, sus desplazamientos en el espacio urbano y su proyección hacia la intimidad reservada, siendo aquel un factor condicionante primordial y absolutamente interiorizado en las criaturas que ha representado, lo que incluye también el autorretrato y, por consiguiente, la autobiografía.
Lejos de establecerse como un comentarista urbano o sociológico, o intentar una narrativa cuasi literaria, Zúñiga asume el desafío de buscar en la representación visual el más fiel correlato a las vivencias, sensaciones, recuerdos, evocaciones y asociaciones, que, en simultáneo, constituyen los elementos de un juicio o un concepto que permita identificar situaciones, procesos, momentos y pasajes, tan infinitos en número como complejos y, a menudo, contradictorios, que forman ese mundo tan privado, personal y único que cada uno lleva como historia personal.
Podría ser esta la “vorágine de la simultaneidad”, cuyos elementos —según nos dice en texto adjunto— “se licúan en el planteamiento de cada una de las obras”, para continuar: “las imágenes dispuestas en capas comienzan a construir un nuevo rompecabezas”. Este mecanismo de superposición, fusión o confusión de límites, auxilio de formas inesperadas y cohabitación de opuestos e inventos, es el medio que le permite desplegar un inquietante y bien planteado desarrollo, con lo que produce imágenes poderosas y acude a la palabra con exactitud, precisión y justo efecto. Palabra que juega como un ícono adicional que facilita la ruptura de una reproducción fiel para volverla significante simbólico.
Entre mostrar realidad, incitar al juicio reflexivo y crear el mundo insospechado donde inconsciente y asociación se fusionan, Zúñiga juega con tiempos y estructuras y utiliza los instrumentos tradicionales y las posibilidades tecnológicas, a la vez que acude a iconografías fácilmente reconocibles, como es el caso de los querubines vigilantes, o la cinta conmemorativa apenas indicada, tomados ambos de la tradicional pintura virreinal, tan familiar a un habitante del Cusco, como es el autor.
Es pertinente llamar la atención sobre este aspecto de nuestro artista. Cusqueño y cosmopolita, su obra no vacila ante la elección por lo contemporáneo, lo iconoclasta y la audacia de la experimentación, pese a un entorno conservador y poco afecto a las novedades, sobre todo si implican un abandono de lo siempre aceptado.
Doble mérito entonces el resistir esta presión por lo establecido e insistir tercamente por una expresión de su tiempo, utilizando los mecanismos posibles que su época y su elección le habilitan.
Una exposición muy interesante y un creador inteligente y seguro, que forma parte de un grupo de artistas que libran batallas exitosas fuera de esta Lima centralista y egocéntrica.
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