miércoles, 8 de diciembre de 2010

Checho y Juvenal

El pasado domingo, los jugadores del cienciano encabezados por el Checho Ibarra, lograron una proeza, vencer a su contendor del norte y mantenerse en la división profesional del futbol peruano. El pueblo cusqueño apoyó masivamente al Cienciano, que está huerfano de dirigentes y en la mas absoluta bancarrota.






Reproducimos la columna de Abelardo Sanchez León, publicada el dia 8 de diciembre del 2010 en El Comercio de Lima


Como un anticipo a las elecciones presidenciales del próximo año, emergen, desde los escombros del club Cienciano, las figuras de Checho Ibarra y de Juvenal Silva. El primero lo hace en calidad de héroe y el segundo como un redomado villano. El Perú actual nos tiene acostumbrados a estos tipos de personajes: el oficial, la cara arisca del Estado, el rostro de la autoridad, del congresista, del dirigente deportivo, representado por Juvenal Silva, a quien se le puede añadir, si deseamos, el de gamonal y hacendado, en comparación con el Checho, un argentino suelto en plaza que ha encontrado en estas tierras un modo singular de cariño, siempre ingrato, no siempre reconocido, a partir de su accionar desprendido y generoso, casi como si fuese un héroe popular.

Checho Ibarra, un delantero que ha pasado por la mayoría de nuestros clubes, es el goleador máximo de nuestro fútbol. Pero eso no importa en estos momentos. Ahora tiene la imagen de una camioneta todoterreno que ha sacado al Cienciano del fango, donde lo dejó irresponsablemente su dirigente único, su líder máximo, el capataz de nuestro fútbol, el eterno Juvenal Silva. Cienciano es un club que nos ha dado mucho en lo deportivo, pero que no tiene patrimonio. Es la negación de la institucionalidad. No tiene un local mínimo y no promueve las divisiones inferiores. Casi ningún jugador proviene del Cusco. Su héroe máximo, el Checho, con una gorrita de campo, en buzo, con su goma de mascar achorada, ha demostrado que estando cerca de los jugadores, compartiendo sus penas, con amor propio, con humildad (palabra que tanto nos gusta, pero que nuestras autoridades jamás utilizan) se puede salvar la categoría en un torneo tan enrevesado como es el peruano.

En estos momentos de sana alegría hay que detenernos en el malo, no en el bueno. El malo es siempre un personaje complejo, difícil de asir, sobre todo cuando forma parte del ‘establishment’ nacional. Juvenal Silva es un llamado padre de la patria, un hombre, imagino, de negocios, un político regional, un dirigente deportivo. Y, sin embargo, representa lo que nadie quiere para el 2011. Personajes como él justifican la figura creciente del ‘outsider’ y que por ocultar su cara en los momentos difíciles del club, produce figuras emblemáticas como el Checho, una vuelta olímpica en olor de multitud, que espero signifique el reconocimiento definitivo a este aventurero simpático, convertido en héroe popular.

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