miércoles, 27 de enero de 2010

LA FURIA DE LAS AGUAS













Fotos de David Canal

Las lluvias continuas en todo el departamento del Cusco, han originado un mayor caudal de los ríos y que estos se desborden inundando terrenos de cultivo y viviendas. De acuerdo a informes preliminares se han perdido mas de 9,000 hectáreas de cultivo y son mas de 2,000 las viviendas afectadas.

Hasta donde recordamos, nunca antes se ha producido una tragedia de esta magnitud. La salida de las aguas de algunos ríos era esperada, pero ahora las aguas han invadido muchas mas hectáreas y han destruido mas viviendas.

La ciudad del Cusco, donde se han construido viviendas en zonas inestables y en el lecho de antiguas torrenteras ha sido sumamente afectada.

No hay zona del departamento que no haya sido dañada. Los damnificados suman miles. Uno de ellos señala: “Hemos sido castigados por la crecida del río. Ha invadido nuestras chacras y casas, lo hemos perdido todo”, mientras que un campesino Ollantino nos dice: “tanto daño le hemos hecho al río, echando basura, arrojando nuestros desagües, construyendo nuestras viviendas, sin ninguna previsión, en sus orillas, que ahora el río ha reaccionado y nos muestra su poder. Solo podemos mirar y esperar que llegue la calma”.

El Valle Sagrado, es una de las zonas afectadas, desde Pisac hasta Ollantaytambo, se han perdido puentes, carreteras, terrenos de cultivo y viviendas. El puente de Pisac cayó bajo la furia de las aguas del Vilcanota, incomunicando a la zona calqueña, mientras que en Ollantaytambo el debilitado puente colonial de Calicanto sobre el Patacancha, no soportó el embate de las aguas y colapsó impidiendo el pase de los vehículos a Quillabamba.

El Ollantaytambo, los terrenos de Mascabamba han sido inundados, así como Huayronkoyocpampa, donde han caído mas de 20 viviendas y la capilla del Señor de Choquekillka (ver fotos). El puente de Tanccac, cayó y la bravura de las aguas del río inundo maizales y viviendas.

Se ha informado que el ejecutivo denegó permisos de inversión para el reforzamiento del cauce del Vilcanota. Si es así, los responsables deberían ser sancionados drásticamente por esta incuria. No es factible que teniendo los recursos suficientes, no se haga nada.

La sabiduría de los incas pobladores de la zona después de tantos años, sigue vigente. Ellos construyeron sus poblados en las zonas altas. Pisac y Ollantaytambo, son claros ejemplos. Fueron construidos en zonas elevadas, alejadas de los cursos de los ríos. Las zonas ribereñas fueron utilizadas como campos de cultivo. El río fue canalizado y se construyeron puentes que siguen resistiendo el paso del tiempo tal como el famoso Tampuchaca de Ollantaytambo.

Las consecuencias de este desastre son un gran número de personas damnificadas que quedan sin techo y sin medios de sustento por que han perdido sus cosechas, ademas de las consecuencias sicológicas del desamparo; una gran extensión de terrenos cultivados destruídos; la destrucción de infraestrutura vial y sanitaria y la disminución del turismo que no solo afectara a los cusqueños, sino a diversos operadores nacionales, por que el atractivo de Machu Picchu, por el momento, no esta disponible para los visitantes. El monto de las pérdidas es millonario. Una vez que las aguas se calmen, esperemos que no se calme la ayuda que se proporcione a los damnificados. Los agricultores que lo han perdido todo necesitaran ayuda por un largo tiempo y los estamentos gubernamentales deben actuar en ese sentido.

Aprendamos la lección. Seamos respetuosos con la naturaleza. Sigamos el ejemplo de los incas que supieron conciliar el desarrollo con el respeto al medio ambiente, lo que ahora llamamos desarrollo sustentable. Igualemnte es necesario que de una vez por todas, las autoridades, establezcan un plan de contingencia y no actuen de manera reactiva. No es posible que se siguiera permitiendo el ingreso de turistas a Machu Picchu, cuando ya la tormenta arreciaba.exijamos que las promesas de las autoridades no se queden en el papel. Requerimos que la ayuda a todos los damnificados sea inmediata. Evitemos que pase lo mismo que con la reconstrucción de Pisco.

sábado, 23 de enero de 2010

Galeria Ollantina

EL CH’ILLICU MARIANO MEJIA AYALA

Por Ramiro Olazábal Gibaja

En los pueblos del Perú, siempre hay aficionados a la música, que muchas veces son virtuosos en la ejecución de su instrumento. Tal es caso de don Vicente Mejía de Ollantaytambo. Su afición a la música se manifestó desde muy temprana edad, tocaba el arpa, amenizando tanto fiestas familiares como religiosas.
De los vástagos que tuvo en su matrimonio con doña Antonia Ayala, el que heredó esta afición fue el hijo menor, el chana, Mariano, nacido aproximadamente en 1930. Empezó a tocar el instrumento a la edad de 6 años y a los 10 ya era un eximio intérprete. Tocaba, como todos los músicos de pueblo, al oído. En la escuela amenizaba las actuaciones cívicas, empezaba tocando el Himno Nacional y concluía con alguna tonada o un buen huayno. Más adelante se especializo en música folklórica. Cuando tenía 16 o 17 años, participó en un concurso de arpistas a nivel departamental promovido por Radio Tahuantinsuyo del Cusco. En ese certamen compitió con un famoso arpista de apellido Ccumpa, quien venía de las provincias altas, resultando triunfador.
Por los años 60 del siglo XX, participó conjuntamente con otros 4 músicos de diferentes partes del departamento en una gira por los Estados Unidos, la que fue organizada por una empresa industrial. Su base de operaciones fue Nueva York, donde fueron ovacionados por la gran calidad de interpretación de la música andina. Los comentarios abundaron en la prensa norteamericana.
Por esos tiempos se ganó el apelativo de ch’illicu, que es el nombre quechua de la cigarra y como son conocidos los arpistas en el Valle Sagrado. El ch’illicu Mejía y no taunticha, como también se les denomina, conforme pasaba el tiempo tocaba mejor. Parecía que sus dedos fueran plumas al tocar las numerosas cuerdas de su arpa, que el mismo las preparaba con intestinos de reses. Cuidaba a su domingacha, esa arpa con forma de pera hoy casi desaparecida, de manera especial, solo el la cargaba en sus caminatas hacia los lugares donde amenizaba una colorida fiesta.
En los siguientes años, en Ollanta conformo conjuntos de cuerdas con Rafael Orué, Exaltación Gibaja (guitarra), Julio Ojeda (mandolina) y otros músicos más. Eran infaltables en las reuniones familiares, fiestas religiosas, así como en los diferentes pueblos del entorno distrital.
Con el correr de los años, la música interpretada con el arpa fue su medio de vida, sin embargo, repentinamente se enfermó y nadie supo que le había pasado. Decían que había sido embrujado, que le había dado el machuska y lamentablemente, a pesar de recurrir a médicos y paqos, no se pudo recuperar. Falleció en 1971. El ch’illicu dejo de trinar, apagando las notas armoniosas de su arpa.

martes, 12 de enero de 2010

Peruano(a)s en Nueva York: Entre Sueños y Realidades


Por Alex Julca

Este ensayo analiza sucintamente el crecimiento de la migración peruana en La Ciudad, las características principales de su origen, su inserción en la sociedad y economía de Nueva York, y las implicancias que ello tiene para los lugares de origen y de destino.

¿Quiénes son?

En Nueva York la composición étnica es mixta, predominando más los peruanos con raíz provinciana y Andina en relación a otras ciudades en Estados Unidos (Miami, por ejemplo); provienen de las clases populares de Lima (en particular) y de provincias; y llegan a ejercitar predominantemente trabajos manuales (construcción, cocina, mecánica; joyería, costura) y de servicios (limpieza, venta de comida, empleada de hogar, cuidado de niños). Aunque mujeres y hombres trabajan y compiten en algunos trabajos manuales, las mujeres predominan en los servicios.

Buena parte de los hijo(a)s de la ola de peruanos que llegaron a Nueva York entre los 60s y 70s han llegado a ser profesionales, aunque con varios niveles de desarrollo y logro. La educación profesional de los hijo(a)s de los migrantes, es útil remarcar, siempre ha sido uno de los caros sueños de los padres migrantes
[1].

Una proporción menor de peruanos migrantes en Nueva York provienen de un extracto económico más alto y que no tienen como objetivo principal enviar remesas, sino de alcanzar un mayor desarrollo profesional y con perspectivas de movilidad social más rápida. Por supuesto, también hay gradientes en este grupo de migrantes -- desde los que empiezan luchando por tener una mejor formación profesional y ocupación y que envían remesas no como motivación primordial, hasta los que llegando con mejores recursos económicos y contactos sociales, alcanzan una ascensión socio-económica más rápida y alta que el promedio del resto de peruanos inmigrantes.

Este ensayo se concentra en analizar el primer grupo
.

“Caminante no hay camino...

La migración de gente peruana a Nueva York se inserta dentro de la ola global de migración cuya lógica general es migrar a países donde hay mejores probabilidades de empleo y movilidad social. Los migrantes tienen una idea general de la jerarquía de los países de destino en función de sus niveles económicos y sociales de desarrollo. En términos de economía política: la mano de obra fluye a los lugares con mayores posibilidades de trabajo, a la manera paralela, si se quiere, a los flujos financieros y tecnológicos que se dirigen donde se generan y reproducen mejor los capitales.[2]

Sin embargo, depende mucho mas de los contactos y recursos económicos de los potenciales migrantes y la ayuda que reciban de sus familias y amigo(a)s, en el lugar de origen o llegada, para emigrar y alcanzar el destino deseado. Ya en el lugar destino, los que tienen contactos mas densos y distribuidos geográficamente, tendrán mejores posibilidades de trabajo y movilidad social. Del destino deseado al alcanzado hay mucho trecho. Y por eso, la mayoría de peruanos no se va, sino se queda; pero los poco(a)s que salen harán historia…

…camino se hace al andar”

La mayoría de migrantes peruanos salen y esperan encontrar trabajo más constante en Nueva York -- lo que en general toma más tiempo de lo planeado -- y nivel de salarios que permitan enviar una parte a sus familias de origen. Porque para eso salieron, para mejorar su nivel social y reducir la inseguridad económica que trae consigo el desempleo, trabajos inciertos y salarios bajos en el Perú. Están en Nueva York principalmente para enviar remesas y traer a alguien de la familia (traer a varios en forma legal es casi improbable o cuesta mucho), pagar una mejor educación y salud de sus hijo(a)s o hermano(a)s en Lima, o tal vez poco a poco construir una casita en el Perú. Aunque los empleos encontrados en Nueva York sean de carácter inseguro, la suma de su irregularidad, nivel salarial y poder adquisitivo arrojan un remanente neto promedio que asegura un pan en el país de destino y el envío regular de remesas en moneda dura (dólar, euro) a sus familias en el Perú.

La vida de los inmigrantes, sin embargo, es compleja, y las vicisitudes económicas y sociales (e.g. salarios impagos, inseguridad de salud, vivienda inadecuada, y exclusión social) que pasan frecuentemente para obtener algunos grados de seguridad económica, se sabrán muy poco en las familias de Lima y provincias.

¿Cuántos son?

Ajustes recientes al Censo de Estados Unidos del año 2000 estima que existe mas de 1 millón de peruanos residentes en todo el país, equivalente al 4% de la población nacional aproximadamente; el número exacto es incierto desde que existe inmigración indocumentada. En Nueva York se estima que hay mas de 120,000 peruano(a)s.

‘Hay peruanos muchísimo que hacer… y pagar’

Aunque algunos sueños se cumplen al vivir en Nueva York, algunos terminan por ser pesadillas o una mixtura de los dos. Los trabajos escasean, son inseguros, y las obligaciones para pagar la renta de un cuarto o apartamento; luz, teléfono, tarjeta de crédito, y enviar remesas al Perú para cubrir las necesidades descritas son frecuentemente onerosas para la vida de los inmigrantes.

En medida creciente, del stress psicológico se pasa a la soledad honda o al individualismo mezquino para hacer frente a estos pagos y responsabilidades. La vida cotidiana se agita y cansa con el trabajar 10-11 horas diarias por 6-7 días a la semana, cuidar el trabajo para no volver al desempleo, y con poco o casi nada de tiempo para la vida social y afectiva. Algunos inmigrantes dicen, “en Lima hay mas tiempo, pero la plata no alcanza para comer; aquí en Nueva York se gana pero no hay tiempo para comer.”

Muchas veces la vida social se hace en función casi exclusiva a los problemas económicos que se afrontan, sobre todo en tiempos de crisis económica. Y de eso el inmigrante habla cuando se encuentra o busca encontrar a alguien, paisano o amigo(a): de trabajo y contactos para trabajo, de un mejor lugar o cuarto para residir, de una compañía amiga para pasar un momento o contarle los problemas. El encontrar a alguien y saludarlo con el acostumbrado ¿Cómo estás? no basta; la conversación por el llano placer humano de charlar y compartir se reduce muchas veces a su mínima expresión.

Con respecto a lo que ganan los trabajadores peruano(a)s, cabe destacar que los salarios son bajos o volátiles en las ocupaciones descritas. Aún así, es a través de estos trabajos duros y muchas veces fuera de toda norma de salud y seguridad laboral que los inmigrantes, documentados e indocumentados, forjan su destino y el de sus familias. Trabajos que hay que aceptarlos porque un dólar menos por falta de trabajo, un salario bajo, o porque el boss no pagó, es una demora en la legalización, en las remesas a las familias, la renta, o a la exposición de enfermedades (por el stress, el frío en invierno, o pobre alimentación).


El marco histórico y la vida fugitiva: los peruanos “sin papeles”

Existe una ambivalencia en Estados Unidos con respecto a los trabajadores inmigrantes en general: mientras el gobierno federal persigue, construye y extiende los muros para reducir y ahuyentar la inmigración de indocumentados, el apetito voraz de su economía los devora con trabajos inseguros y en condiciones de explotación e insalubres. Mientras vox populi se denigra a los “ilegales”, las economías de Nueva York y del país necesitan y utilizan fuerza laboral inmigrante para limpiar vegetales, preparar alimentos, vender artículos diversos en tiendas y calles, fabricar joyas, construir y reparar inmuebles, así como confeccionar ropas que son vendidas en las tiendas más prestigiosas de Manhattan y “shopping centres” del área metropolitana de Nueva York.

El caso es que a través de la historia de este país, el llegar indocumentado no es un hecho nuevo. Durante la primera parte del siglo XX, por ejemplo, muchos europeos de diversa nacionalidad y religión llegaron a Norte América y buscaron los medios legales para residir en este país, y quienes tuvieron mejores recursos económicos o contactos sociales conseguían la legalidad antes o después de arribar. Las leyes también se acomodaron para su inserción y adaptación.

Ser residente legal significa tener la Green Card o por lo menos el número de Social Security, armas necesarias para el acceso a servicios básicos, así como para obtener el documento de identidad por excelencia, la Licencia de Conducir. Aún después de las serias restricciones federales de las leyes derivadas de la Ley del Welfare (1996) y de Septiembre 11, 2001, ser residente legal proporciona mejores posibilidades a un trabajo legal más acorde con la habilidad y experiencia personales; bancos para ahorrar, servicios de salud, educación, etc., así como de obtener una mayor seguridad psicológica de residir en este país. Más aún, la residencia legal abre también la posibilidad de visitar a la familia en el lugar de origen, o de reunirse con la familia en Estados Unidos, al solicitarlos legalmente como nuevos inmigrantes y abrir las posibilidades también para ellos.

Por esas razones, la situación económica y social para los peruanos indocumentados es de gran inseguridad: los contactos con los amigo(a)s y parientes en Nueva York son también para obtener documentos ‘legales’ y poder trabajar; mientras que cada día viven una vida de fugitivo, saliendo de sus casas al trabajo en estado de alerta para evitar encuentros indeseables con la policía y personal de seguridad de inmigración y sus redadas, en las calles o en los trabajos. Uno de estos encuentros, ellos lo saben, los podría conducir a la deportación.

Pero la vida continúa, y los peruanos tratan de llevar adelante sus vidas, en una lucha sin cuartel con la esperanza y la desesperanza. Mucho(a)s hacen bromas sobre la suerte que les ha tocado y la vida que pasan, alguno(a)s visitan los shopping malls el fin de semana, van a misas en español los domingos, organizan campeonatos de football y venden comida peruana, compran artefactos eléctricos y ropa para vestirse en las fiestas de familia y amigos. Estas satisfacciones, llenas de sociabilidad y en búsqueda de dignidad, están al alcance de quienes lo dejaron todo o mucho para vivir mejor, aún cuanto les cueste mucho sudor y lágrimas, persistencia y tiempo persiguiendo estos sueños.

Implicancias de las remesas en las economías del Perú y de Nueva York

A inicios del 2009, el Banco Interamericano de Desarrollo (BID) indico que el total de remesas que recibió el Perú fue de US$3,000 millones de dólares en el ano 2008. Comparando valores, ese monto equivale al 2.4% del PBI, un 55% del valor de las inversiones directas extranjeras, y 11 veces la ayuda oficial para el desarrollo que los países ricos envían al Perú! Aproximadamente un 67% de estas remesas provienen de Estados Unidos, de los cuales unos US$300 millones aproximadamente provienen de Nueva York. Es decir, la exportación de seres humanos, de peruanos, provee una alta liquidez a la economía peruana, de la cual paradójicamente los que tienen acceso al poder económico y financiero ganando mucho y más de lo que el común de las personas se puede imaginar.

Porque aunque solo el 10% de la población adulta peruana recibe remesas, en promedio US$166 en cada envío y con una periodicidad de nueve veces al año (concentrándose en Lima, en Huancayo y en Piura los beneficiarios), el gasto en consumo en supermercados, escuelas, centros de salud, etc. asegura que estos dineros individuales pronto sean depositados y se concentren en los bancos privados principales del país. En general, estos son las entidades financieras más solventes y que no necesitan tanta liquidez como las entes pequeñas de ahorro y crédito – cooperativas, caja de ahorros, mutuales, etc. A falta de impulso a los bancos de desarrollo que puedan canalizar fondos para projectos de infraestructura de largo plazo que necesita el país, y de normas e incentivos para que el sector privado mejore el acceso al crédito a grandes sectores de la población, esos dineros se prestan principalmente a las grandes empresas, muchas veces oligopólicas, o a entes financieras y sectores privados que ya tienen acceso al crédito. Este fenómeno también se reproduce en otros países pobres.

Entonces son los poderes económicos oligopólicos del Perú los que tienen control sobre estos dineros, los cuales pricipalmente sirven para producir bienes y servicios no necesariamente ligados a las necesidades de la mayoría de la población peruana, y cuyo objetivo principal es más bien la ganancia. Y cuando la liquidez en dólares es demasiada en el mercado financiero -- controlado principalmente por estas organizaciones, el Banco Central de Reserva del Perú (que guarda las reservas internacionales que pertenece a todos los peruanos) se ve obligado a comprar esos dólares para sostener el tipo de cambio y evitar brotes inflacionarios.

Es que no hay otro mejor uso de esos dineros que envían los inmigrantes que lo dejaron todo para exportarse? Es que el estado peruano no puede crear mecanismos de política financiera para estimular un uso de desarrollo e inversión con esos dineros que insuflan liquidez a la economía? Es que el sudor y esfuerzo de los inmigrantes vale solo para mantener el esto quo o muy poco en el país?

Las experiencias de lo(a)s inmigrantes peruanos y el destino de sus remesas se asemejan a las de otros países subdesarrollados. Son las familias pobres que ponen los soldados que migran, los cuales trabajan en condiciones legales e ilegales, de trabajo casi sin descanso y en condiciones muchas veces miserables, pero que al final, son los inmigrantes precisamente los que terminan por dar una esperanza a sus países, cuyos gobernantes lamentablemente hacen poco esfuerzo porque esta hemorragia de seres humanos y de dinero malgastado, se detengan; y se comience a invertir en projectos para eliminar la pobreza y embarque en un desarrollo sostenido.

Diciembre 13, 2009

[1] Esta es una característica de la migración internacional (late 1960s-hasta la actualidad) y doméstica. Fuera de esperar mejores salarios, la educación para los los hijo(a)s, fue un objetivo clave para los migrantes Andinos que venían a Lima en los 1940s-1960s.
[2] A diferencia de los flujos financieros y tecnológicos, sin embargo, la mano de obra es un flujo de seres humanos, pensante y subjetivo; con implicancias diferentes y de reto al concepto de nación y estereotipos sociales.