sábado, 14 de agosto de 2010

EL CAPULI

Por Ramiro Olazábal Gibaja

Uno de los huaynos cusqueños mas conocidos es la llamado Capuli ñawi cusqueñita, en el que se compara la belleza de los ojos de la mujer cusqueña con el fruto del capulí y se le culpa por los padecimientos que pasa el enamorado.

El capulí es un árbol que crece en la zona del Cusco, principalmente en el Valle Sagrado y sus frutos que se asemejan a los cerezos, son pequeños y cuando maduran se ponen, primero rojos y luego se oscurecen tomando una coloración negruzca. Son dulces y jugosos.

En Ollantaytambo durante el siglo XX era un árbol bastante común, se podía encontrar en el perímetro de las chacras, desde T’iopunku hasta Piscacucho. Los árboles sinuosos y gruesos se encontraban en Fruta Andén, Mascabamba, Pallpancaru, Pillcohuasi, Capellanía, Huattabamba y en los canchones de las casas del poblado.

Estos frondosos árboles producían unos racimos de frutos, los cuales se encontraban en abundancia entre los meses de diciembre y abril. De marzo a abril se podía recoger el fruto en las zonas altas de Ollantaytambo, tales como Bandolista, Muñaypata, Ch’acchapata, Muris y Pallada.

Los frutos eran pequeños, los mas de ellos dulces, sin embargo uno podía toparse con algunos agrios. Los más grandes eran considerados papa capuli, por comparación al tamaño de una papa, generalmente los que producían este tamaño, eran los árboles grandes y gruesos.

Se cosechaba, subiendo al árbol premunido de canastas de carrizo o se recogía en los ponchos, generalmente la labor la realizaban los niños. En algunos casos cuando no se lograba alcanzar las ramas con las manos, se recurría a un palo con un gancho que se denominaba allacho.

Los niños recurrían a este fruto para su alimentación, se les podía ver trepados en los árboles a cualquier hora del día. Algunos de ellos recogían el fruto para comercializarlo en la estación del tren a los viajeros a Quillabamba, entre quienes había gran demanda. Para esto elaboraban una pequeña canasta con dos palitos delgados de huaranhuay, que al ser flexibles se doblaban fácilmente formando dos U cruzadas las que sostenían con fibras de retama, las rellenaban con hojas de maíz formando un recipiente donde se ponían los frutos y se cubría con las mismas hojas de maíz y se reforzaba con las fibras de retama. Este recipiente se denominaba zerón y su precio por los años 50 era de 10 centavos de sol.

Cuando el comprador quería una mayor cantidad se le ofrecía una canasta de pispita chata con los bordes ligeramente para adentro, llamada balay, y que también se cubría con hojas de maíz y se ataba con fibras de retama. De esta manera se protegía a este delicado fruto de los posibles golpes que pudiera tener en el transporte.

5 comentarios:

Anónimo dijo...

Gracias profe por recordarmelo mis años mozos, creo este"gran negocio" paliaba en aquel entonces a muchos como yo, que bonito es recordar en especial nuestra lengua materna: el quechua.

Saludos y abrazos profe Ramiro.

Claudio dijo...

Gracias Profesor Ramiro por este articulo tan bonito y donde me hace recordar mi niñez, donde uno esperaba los meses de febero a abril para poder saborear en mata el bendito capuli, y mas aun esas palabras en quechua recordando muestra lengua mater.

Abrazos

CUC

Oscar Olazábal dijo...

Amigos Palermo y Claudio, me alegra que ls haya gustado la remembranza que hice sobre este fruto saciador de añejas hambres. Recuerdo que ustedes competían en los árboles con los chiwakos madrugadores.

Un abrazo con el cariño de siempre

Ramiro

Anónimo dijo...

Es una alegría saber que alguien como Ud. amigo Olazabal publique este articulo sobre el CAPULI, que groseramente se confunde con otra fruta no menos importante como es el AGUAYMANTO; el que escribe esto tambien gozó en sus años mozos trepando a los arboles de capulí en Curahuasi hace 50 años, lamentablemente hoy en dia ya no hay arboles de capuli producto de la tala indiscriminada e ignorante que se realizó por mas de 50 años, para utilizarlos en las yunsas de carnavales. Abrigo la esperanza de que personalmente antes de morir pueda dejar a los curahuasinos unos cuantos arboles para que los cuiden y disfruten de sus frutos
Un cordial saludo
Ronald Gamarra Bocangel

Oscar Olazábal dijo...

Sr Gamarra, siempre habrá tiempo y oportunidad para que cumpla su sueño de plantar unos árboles de capulí, para el disfrute de las nuevas generaciones y para poblar nuestras tierras de lo que, ahora, estamos perdiendo: los árboles.

Un saludo