Sicuani 1910 - Barranco 1997
Uno de los poetas que conocemos los cusqueños desde la niñez, que duda cabe, es el cholo Luis Nieto. Desde que somos infantes aprendemos a entonar el Himno al Cusco, cuyas letras pertenecen a este vate.
La primera vez que vi al cholo Nieto, fue en la plaza de armas del Cusco, una noche de abril cuando la figura majestuosa del Señor de los Temblores impartía su bendición al pueblo. El poeta conjuntamente con otros intelectuales se encontraba en medio de la plaza y escuche de labios de mi padre, “ese es el poeta Nieto”. Mas tarde pude relacionar al personaje con el autor del himno.
Años después conocí parte de su labor intelectual. Leí algunos de los pequeños libros por el editados a finales de los 50, en el llamado Festival de Libro Cusqueño y otros del Festival Sur Peruano. Los años 40 a 60 fueron los años donde el poeta Nieto animó la vida cultural cusqueña. Promovió publicaciones y grupos de jóvenes poetas; introdujo la lectura de creadores contemporáneos que revolucionaron el mundo cultural; reactivó la vida académica con la publicación de autores cusqueños y la antigua Revista Universitaria. Era el referente de la cultura cusqueña y todo intelectual que llegaba al Cusco buscaba a Nieto. Son sabrosas sus anécdotas, especialmente la de Neruda en la cima de Machu Picchu.
A la par de su labor poética, el cholo mantuvo a lo largo de su vida una posición política revolucionaria. Llegó al senado en Lima y ahí lo volví a ver con su infaltable boina, movilizándose en transporte público y, luego de su retiro, paseando por la plaza de Barranco, donde una tarde de primavera, tomé valor y me aproximé a saludarlo. Me comentó que venía trabajando en la reunión de sus trabajos literarios, dispersos en diarios y revistas, además recordó sus años en la docencia universitaria cusqueña. Comprobé que a pesar de los años, “el verbo tronante”, al que se refirió Marco Martos, seguía en vigencia.
Ahora que se cumplen los 100 años de su nacimiento, el mejor homenaje para el cholo, no será darle una u otra interpretación a su trabajo, sino leer su poesía hecha con pasión, fuerza y ternura.
Canción para los héroes del pueblo
Venid a ver a los hombres
que mataron los soldados.
Parece que aun sonríen
a la Libertad sus labios.
Venid a ver a los niños.
Un galope de caballos
rubricó sobre sus sienes
la maldición de sus cascos.
Venid a ver a los pobres
muertos de veinte balazos.
Hasta los mismos fusiles
les admiraban sonámbulos.
Y ved a los estudiantes
con sus ojos enlutados,
allí donde antes vivía
una población de pájaros.
Amaban la libertad
tal como la aman los bravos.
Para matarlos fue urgente
lo hicieran a cañonazos.
¡Venid a ver a los héroes!
¡Venid a verlos, hermanos!
Están aquí con sus pechos
de sangre condecorados.
Que formen guardia de guerra
brigadas de milicianos
y que sus tumbas vigilen
los volcanes milenarios.
Y en vez que cubran sus cuerpos
tristes banderas de llanto,
hagámosles un incendio
de himnos revolucionarios.
¡No han muerto! Contra los nuestros
nada pueden los disparos.
En el corazón del pueblo
ellos vivirán mil años.
¡Y ahora nada de lágrimas!
¡Puños y pechos blindados!
¡Y a pelear como leones
porque ellos no han muerto en vano!
(De Romancero del Pueblo en armas)
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