Reproducimos la columna Buen Romance, del sociólogo Carlos Reyna, publicado en el diario La República el dia miercoles 13.10.2010
Como lo ha dicho el escritor español Antonio Muñoz Molina, el premio Nobel a Mario Vargas Llosa está honrando más a los otorgantes que al ya ilustre premiado. Después de una obra tan reconocida, con tantos premios literarios y doctorados honoris causa por todas partes, la frase más oída ha sido “por fin”.
Para Vargas Llosa, el premio no añade mucho en términos de un prestigio que ya era universal. Sin embargo es evidente que, en lo íntimo, le hace bien como reconocimiento y estímulo para continuar una obra que aún dará nuevos frutos.
Para el Perú, en cambio, este premio es más importante que para el propio escritor. Con tan pocas victorias en todo orden de cosas, el país ya le puede decir al escritor: gracias, Mario, me subiste la moral. Sobre todo cuando apenas recibido el premio, aquél dijo “yo soy el Perú”.
Lo más importante, sin embargo, es que el Nobel a Vargas Llosa ya produjo una importante crecida en el interés por la literatura por muchos peruanos y peruanas, en especial de los más jóvenes. Muchos se harán lectores, y no pocos se animarán a crear, a imaginar y a escribir.
Otros escritores peruanos, los más grandes y los más jóvenes, también ganarán alguito con este reciente premio. Habrá más interés por la literatura peruana, ya sea aquí mismo, que es bueno, y también allende las fronteras, que es todavía mejor. Hay más efectos gratos derivados de este premio, pero todos se resumen en este: el Perú va a leer y escribir más, y va a ser más leído y mejor entendido, aquí y desde fuera.
Para que esos efectos no se disuelvan con el tiempo, y sean duraderos y profundos, habrá que hacer algo más que celebrar. En el contexto aparecen muchos desafíos que deben ser superados. Nuestra baja inversión pública, la pobre calidad en materia educativa, o el escaso aliento a la industria editorial.
Y todos tendríamos que recordar que “la vocación literaria nace del desacuerdo de un hombre con el mundo, de la intuición de deficiencias, vacíos y escorias a su alrededor. La literatura es una forma de insurrección permanente y ella no admite las camisas de fuerza”. Lo dijo el joven Vargas Llosa en 1967, al recibir el premio Rómulo Gallegos. Cambió de banderas políticas desde entonces, pero no de su idea sobre la literatura.
Como lo ha dicho el escritor español Antonio Muñoz Molina, el premio Nobel a Mario Vargas Llosa está honrando más a los otorgantes que al ya ilustre premiado. Después de una obra tan reconocida, con tantos premios literarios y doctorados honoris causa por todas partes, la frase más oída ha sido “por fin”.
Para Vargas Llosa, el premio no añade mucho en términos de un prestigio que ya era universal. Sin embargo es evidente que, en lo íntimo, le hace bien como reconocimiento y estímulo para continuar una obra que aún dará nuevos frutos.
Para el Perú, en cambio, este premio es más importante que para el propio escritor. Con tan pocas victorias en todo orden de cosas, el país ya le puede decir al escritor: gracias, Mario, me subiste la moral. Sobre todo cuando apenas recibido el premio, aquél dijo “yo soy el Perú”.
Lo más importante, sin embargo, es que el Nobel a Vargas Llosa ya produjo una importante crecida en el interés por la literatura por muchos peruanos y peruanas, en especial de los más jóvenes. Muchos se harán lectores, y no pocos se animarán a crear, a imaginar y a escribir.
Otros escritores peruanos, los más grandes y los más jóvenes, también ganarán alguito con este reciente premio. Habrá más interés por la literatura peruana, ya sea aquí mismo, que es bueno, y también allende las fronteras, que es todavía mejor. Hay más efectos gratos derivados de este premio, pero todos se resumen en este: el Perú va a leer y escribir más, y va a ser más leído y mejor entendido, aquí y desde fuera.
Para que esos efectos no se disuelvan con el tiempo, y sean duraderos y profundos, habrá que hacer algo más que celebrar. En el contexto aparecen muchos desafíos que deben ser superados. Nuestra baja inversión pública, la pobre calidad en materia educativa, o el escaso aliento a la industria editorial.
Y todos tendríamos que recordar que “la vocación literaria nace del desacuerdo de un hombre con el mundo, de la intuición de deficiencias, vacíos y escorias a su alrededor. La literatura es una forma de insurrección permanente y ella no admite las camisas de fuerza”. Lo dijo el joven Vargas Llosa en 1967, al recibir el premio Rómulo Gallegos. Cambió de banderas políticas desde entonces, pero no de su idea sobre la literatura.
No hay comentarios:
Publicar un comentario