Por Blas Puente Baldoceda
Associate Profesor
Northern Kentucky University
Estos escritos están a horcajadas entre la creación poética y la crítica ideológica de la cultura cuyo productor es un inmigrante que habita en una gran urbe norteamericana, Nueva York. Dentro del contexto de la globalización en el cual evoluciona la dinámica de las migraciones, el autor, exilado voluntariamente en este país por más de dos décadas, desenmascara ideológicamente eventos trascendentales para el Occidente como, por ejemplo, el llamado descubrimiento del Nuevo Mundo por Cristóbal Colón, o Machupiqchu por Hiram Bingham, de manera que la otredad postulada por el euro centrismo o el imperio norteamericano se revierte: es decir, ellos son los otros a quienes descubrimos; nosotros, no somos meramente objetos sino que poseemos nuestra subjetividad.
Por otro lado, la teoría postcolonial es puesta en tela de juicio ya que desde los centros de la academia norteamericana o europea, en las metrópolis los intelectuales se limitan a un esclarecimiento de carácter externo, con cierto sesgo reivindicativo, sin promover en la praxis una transformación de la realidad considerada periférica. Más aún: el autor reclama que creación de una teoría postcolonial desde la periferia, con categorías cognitivas de una epistemología nativa, como producto de la infatigable creación de un imaginario, por parte de productores intelectuales tercamente encandilados por Aristóteles y Descartes, padres del racionalismo de occidente.
Además, el autor desenmascara ideológicamente a los intelectuales y creadores que se forjaron en los movimientos estéticos del vanguardismo y modernismo, Vargas Llosa y Octavio Paz, y que en años mozos creyeron en la revolución, pero que luego claudicaron vergonzosamente con el neoliberalismo de las transnacionales. Ahora bien, en el apreciativo placer estético que le produjo la oralidad limeña del estilo Briceño, el autor pudo bien haber detectado, asimismo, le ideología del paternalismo caritativo de la oligarquía con respecto a los indios, o el racismo solapado de sus personajes en otras novelas. O en su apreciación del jazz, la retórica del silencio se manifiesta en otras artes, aún en el hidden discourse de Guamán Poma de Ayala, que se adelantó a Hegel en cuanto a lo positivo que es latente en toda negatividad.
Otro de los cuestionamientos de Roncalla es la dicotomía de la escritura y la oralidad cuya confrontación sirve para explicar el proceso transculturador de la conquista y la colonización de las culturas nativas; en otras palabras, la convergencia del pensamiento racional europeo y el pensamiento mítico de las culturas nativas. ¿Pero, acaso, el sistema de signos y representación de la cerámica, la textilería, los quipus, etc., no eran acaso sistemas semióticos tan válidos como la escritura occidental? Como quiera que sea, de este proceso de hibridación emerge la escritura de los mestizos y los indios que, a través del uso de la retórica e historiografía renacentista, dejan filtrar sus respectivas ideologías bien de integración o rechazo de la cultura opresora con una sabia instrumentalización de sus propios sistemas escritúrales como el caso de Guamán Poma de Ayala y su retórica de la especialización de sus dibujos que cuestionan y rechazan la conquista y la colonia. Freddy Roncalla, su descendiente, es también un escribidor que pone en juego la diagramación del espacio de la página en blanco para escribir poesía mediante el uso de tres lenguas simultáneamente (castellano, quechua, e inglés), una poesía que trasunta la comunión del hombre andino y la naturaleza y la convergencia del espacio y tiempo de la dialéctica andina que maneja diestramente en sus apasionadas reflexiones sobre la violencia que abruma a la humanidad
Associate Profesor
Northern Kentucky University
Estos escritos están a horcajadas entre la creación poética y la crítica ideológica de la cultura cuyo productor es un inmigrante que habita en una gran urbe norteamericana, Nueva York. Dentro del contexto de la globalización en el cual evoluciona la dinámica de las migraciones, el autor, exilado voluntariamente en este país por más de dos décadas, desenmascara ideológicamente eventos trascendentales para el Occidente como, por ejemplo, el llamado descubrimiento del Nuevo Mundo por Cristóbal Colón, o Machupiqchu por Hiram Bingham, de manera que la otredad postulada por el euro centrismo o el imperio norteamericano se revierte: es decir, ellos son los otros a quienes descubrimos; nosotros, no somos meramente objetos sino que poseemos nuestra subjetividad.
Por otro lado, la teoría postcolonial es puesta en tela de juicio ya que desde los centros de la academia norteamericana o europea, en las metrópolis los intelectuales se limitan a un esclarecimiento de carácter externo, con cierto sesgo reivindicativo, sin promover en la praxis una transformación de la realidad considerada periférica. Más aún: el autor reclama que creación de una teoría postcolonial desde la periferia, con categorías cognitivas de una epistemología nativa, como producto de la infatigable creación de un imaginario, por parte de productores intelectuales tercamente encandilados por Aristóteles y Descartes, padres del racionalismo de occidente.
Además, el autor desenmascara ideológicamente a los intelectuales y creadores que se forjaron en los movimientos estéticos del vanguardismo y modernismo, Vargas Llosa y Octavio Paz, y que en años mozos creyeron en la revolución, pero que luego claudicaron vergonzosamente con el neoliberalismo de las transnacionales. Ahora bien, en el apreciativo placer estético que le produjo la oralidad limeña del estilo Briceño, el autor pudo bien haber detectado, asimismo, le ideología del paternalismo caritativo de la oligarquía con respecto a los indios, o el racismo solapado de sus personajes en otras novelas. O en su apreciación del jazz, la retórica del silencio se manifiesta en otras artes, aún en el hidden discourse de Guamán Poma de Ayala, que se adelantó a Hegel en cuanto a lo positivo que es latente en toda negatividad.
Otro de los cuestionamientos de Roncalla es la dicotomía de la escritura y la oralidad cuya confrontación sirve para explicar el proceso transculturador de la conquista y la colonización de las culturas nativas; en otras palabras, la convergencia del pensamiento racional europeo y el pensamiento mítico de las culturas nativas. ¿Pero, acaso, el sistema de signos y representación de la cerámica, la textilería, los quipus, etc., no eran acaso sistemas semióticos tan válidos como la escritura occidental? Como quiera que sea, de este proceso de hibridación emerge la escritura de los mestizos y los indios que, a través del uso de la retórica e historiografía renacentista, dejan filtrar sus respectivas ideologías bien de integración o rechazo de la cultura opresora con una sabia instrumentalización de sus propios sistemas escritúrales como el caso de Guamán Poma de Ayala y su retórica de la especialización de sus dibujos que cuestionan y rechazan la conquista y la colonia. Freddy Roncalla, su descendiente, es también un escribidor que pone en juego la diagramación del espacio de la página en blanco para escribir poesía mediante el uso de tres lenguas simultáneamente (castellano, quechua, e inglés), una poesía que trasunta la comunión del hombre andino y la naturaleza y la convergencia del espacio y tiempo de la dialéctica andina que maneja diestramente en sus apasionadas reflexiones sobre la violencia que abruma a la humanidad
No hay comentarios:
Publicar un comentario